Ayer noche tuve la mala suerte de ver el inicio de la duodécima edición del reality Gran Hermano. No voy a explicar porqué lo vi porque parecería que me estoy justificando, así que nada, lo vi y punto.
Sentí vergüenza ajena y propia. Para empezar, no sé porqué siguen agotando la fórmula televisiva, si ya no aporta nada nuevo, pero bueno, supongo que aunque menos, sigue dando audiencia o share, como dicen ahora.
Pero lo verdaderamente vergonzoso es el "pelaje", la apariencia, la actitud y la "personalidad" de los tipejos y tipejas que seleccionan para participar en el concurso. Ellas absolutamente embutidas en minivestidos, marcando delantera y trasero, muertas por el frío de la sierra madrileña pero alardeando de un físico más abundante que proporcionado. Ellos macarras de gimnasio o modelos de tercera fila, igualmente obsesionados por el músculo, por el tatuaje de barrio y por la ausencia total de vello corporal. Tanto unos como otros absolutamente descerebrados, sin conversación posible, sin vocabulario y sin el más mínimo atisbo de educación. Para completar el elenco, y en aras de una representatividad social inventada, no faltan el curita, el gay, el inmigrante y el discapacitado, algo menos desagradables que los anteriores pero igualmente descerebrados, por desgracia.
Qué pretenden la cadena y la productora trasmitirnos con esta selección?
Que pensemos que la juventud actual es toda así?
Que nos cambiemos de nacionalidad ante semejante bochorno?
Me niego. Es cierto que hay mucho de lo que ahí vemos, pero no estoy dispuesto a admitir que toda la gente joven de este país vive en estado vegetativo. Hay gente joven que trabaja, que estudia muchísimo, que hace deporte y vida sana, que tiene criterio y valores, que ama la música, la pintura, que se divierte, que son ecologistas,...
Lo que pasa es que estos no salen en la tele, porque no dan morbo ni espectáculo.
Conclusión: si podéis, no haced como yo, DIRECTAMENTE NO VEAIS EL PROGRAMA.
De paso os ahorráis también el esperpento de ver una presentadora disfrazada a la que definitivamente se le ha ido la cabeza, aunque bien que cobra por ello.
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