El otro día me plantaron por delante una hoja de recogida de firmas a favor de la cadena perpetua y, en casos, de la pena de muerte, a lo que me negué en redondo no sin antes soltarle cuatro frescas al señor que la portaba.
Según el último informe de Amnistía Internacional, cada año son menos los países que aplican la pena capital, quedando un total de 25 naciones, entre las que destacan China, Estados Unidos, Irán y Pakistán, siendo el primero de ellos el líder indiscutible con el 72% de las ejecuciones. Me encantan los chinos, como puede apreciarse en este blog.
Parece no obstante que existen motivos para ser optimistas, pues la lista de países se va reduciendo: en 2008 abolieron la pena de muerte Argentina y Uzbekistan. Felicidades.
Ojalá veamos pronto un mundo sin ejecuciones, un mundo en el que nadie pueda ampararse en ninguna ley para matar a un semejante, un mundo que será mejor, sin duda.
Por muy grandes que sean las atrocidades cometidas por un ser humano, nadie tiene derecho a matarlo.
En España, debido a ciertos crímenes deleznables, el debate resurge, de manos de los sectores más retrógrados de la sociedad.
En Liberia, en 2008, han ido contracorriente y han restaurado la pena capital.
A qué altura moral estaremos nosotros?
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